Escribir un blog es como lanzarse a una piscina sin saber muy bien si el agua está caliente, si sabes nadar y si te va a gustar o no.
La verdad es que escribir es una forma de terapia maravillosa. Hace que pienses, que le des «forma» a tus pensamientos y además que puedas sacarlos del interior. Eso hace que todo se vea y se sienta diferente.
Yo abrí mi primer blog en diciembre de 2010, cuando mi hijo pequeño tenía 6 meses de vida. La maternidad me había cogido desprevenida y tenía tantas emociones y tantas cosas por sacar de mi interior, que encontré en el blog una manera de sacarlo, de entenderlo, de comunicarlo.
La verdad no tenía ninguna intención, lo hice sin pensarlo, sin diseño, sin estructura. Solo sabía que quería escribir lo que sentía y que tal vez eso pudiera ayudar a otras mamás a sentirse conectadas y a no sentirse solas.
Luego de eso, la cosa siguió fluyendo. Al principio sin mucha constancia, a veces me daban oleadas de escribir y a veces pasaba meses sin un solo post. La maternidad te absorbe y el tiempo libre es mínimo.
En algún momento me di cuenta que la gente me leía y me pareció interesante. Me pareció muy bonito que mis historias fueran entretenidas, les gustaran y se conectaran con ellas. Sin planearlo había logrado que alguien se sintiera mejor al descubrir que no era la única que pasaba por eso.
[…] empecé a escribir por todo, para mí, para todo el que me quisiera leer. Lo hice básicamente por desahogarme, por drenar mis emociones, por expresar todo eso que quería […]