Este es un suceso histórico en la historia de nuestra familia, la llegada a nuestro hogar de nuestro gato Maní.
Mami quiero un gato o un perro. Me dijo un día Pedro un poco después de cumplir 8 años. Nunca habíamos tenido una mascota. Bueno, miento, tuvimos unos peces y un hamster, pero digamos que estos animales pequeños no requieren de mucho cuidado y nuestra interacción con ellos era muy poca. El hamster, Chimi Churri, se murió y lo enterramos en una matera del jardín. Le hicimos una pequeña ceremonia y todo. Ya había pasado más de un año sin mascotas.
Yo nunca tuve mascotas en casa cuando estaba chiquita. Tuvimos algunos perros en la finca pero no era un lazo muy cercano pues íbamos una tarde a la semana y ya. Nunca fue mi perro sino el perro de la finca.
Pedro me la puso fácil: ¿Un perro o un gato?
- Pedro, un perro no. A los perros hay que sacarlos dos veces al día y el cuidado es mayor. – Nosotros vivimos en un apartamento y me parece más duro un perrito encerrado en 4 paredes sin manguita para correr.
- Ah entonces un gato.
- ….
Después de eso, Pedro empezó por meses a insistir. Quiero un gato, quiero un gato, quiero un gato. Decía por todas partes y a todo el mundo. La gente nos decía: ¿Van a tener un gato? Y nosotros respondíamos con cara de NO. En serio súper convencidos.
Cuando ya llevábamos un rato con el tema empezaron a suceder cosas (señales mágicas diría yo) que nos fueron convenciendo.
Lo primero que pasó fue que una de mis mejores amigas adoptó un gatico. Un día fui a verlo y quedé derretida. Mi amiga y su familia estaban locos de amor por el. Era un bebé. Lo vi y me di cuenta que si teníamos uno caeríamos derretidos de la misma manera. Me dio envidia de la buena y un poquito de antojo.
Lo segundo que pasó fue una visita a la casa de unos amigos. Era un señor que nos había ayudado en la empresa y nos invitó a su casa a comer. Conocimos a su esposa que resulta que tenía un proyecto en redes sociales sobre gatos llamado La Gatería (@lagateria). Tenían dos gatos en su casa y hablamos sobre el tema, les contamos que Pedro quería un gato y obviamente nos contaron lo bonito y fácil que era y las ventajas para un niño, o mas bien, el regalo que era para un niño tener en su vida una mascota. Nos convencieron.
Después de esto, Pedro seguía insistiendo y para quitármelo de encima le dije: un gato tiene muchos gastos y responsabilidades, si tu los asumes lo adoptamos. A veces subestimo el poder de un niño de 8 años con ganas de obtener algo, sobre todo de Pedro, que parece que siempre termina consiguiendo lo que tiene.
A partir de ese momento, Pedro empezó a conseguir plata para comprar lo del gato, hizo un archivo en excel y metió todos los gastos que implicaba un gato y luego aprovechó que era diciembre y pidió de regalo dinero “porque quiero un gato”. Hasta al Niño Dios le escribió en su carta: Tráeme plata que quiero un gato.
En la casa se hablaba tanto del gato que simplemente lo asumimos como un hecho, algo que sucedería y no volvimos a considerar la opción de devolvernos en la decisión, sobre todo cuando veíamos a Pedro entusiasmado haciendo cosas para conseguir lo que necesitaba para tenerlo. Hasta llegó a hacer cositas para vender y ganar algo más de dinero.
El 25 de Diciembre, después de todos los aguinaldos ya había algo de dinero para las cosas del gato y el 26 de diciembre (no había espera para la llegada de nuestro gato) nos fuimos a comprar: arenero, arena, juguetes, cama, cepillo y rascador para el gato. Antes del 30 de diciembre nos instalaron mallas en las ventanas del apartamento. Ya solo faltaba que llegara el gato.
Nos metimos a una página de adopciones y escribimos que queríamos adoptar. Nos enviaron un formulario para aplicar a la adopción. Muy largo y con muchos puntos que hacían aterrizar a cualquiera en lo que se iba a meter. Fuimos aceptados después de muchas advertencias de lo que iba a ser un gato en nuestra familia.
Teníamos un pequeño paseo para pasar el año nuevo en la finca de unos tíos y decidimos que apenas volviéramos adoptaríamos el gato pues no queríamos dejar a un bebé solito en la casa esos primeros días.
Pero cuando volvimos de la finca, consultábamos la pagina de adopciones todos los días y no habían gatitos nuevos. Pedro todo el día (varias veces al día) me decía: Hay gatos? Y yo miraba y nada.
Pasaron un par de días y nosotros locos de las ganas del gatito y nada que llegaban bebés nuevos. Un día en la noche vi en la página de La Gatería (la de la esposa del amigo) que les habían llegado unos gatitos bebés y ahí mismo les escribí para saber si estaban en adopción y resultó que sí.
Al día siguiente en la mañana hablé con nuestra amiga y quedamos de ir a conocer a los gatitos en la tarde. Cuando fuimos nos enamoramos locamente de esos tres hermanitos y elegimos a uno de ellos para adoptar. Por fin teníamos a nuestro gato y se iba a llamar Maní.
Los bebés eran de una gata que los había tenido en otra ciudad y los iban a tirar a la calle. A ella y a sus bebés. Tenían un mes y medio más o menos.
Para que pudiéramos llevarnos a Maní, hubo que esperar como un mes, o no se si menos pero ese tiempo se nos hizo eterno. Estaba muy pequeño y debía aprender a comer bien y debía estar todavía con sus hermanitos mientras crecía un poco más para poder ir a nuestra casa.
Nosotros íbamos a hacerle la visita una o dos veces por semana, era tan chiquitico que había que poner cuidado para no pisarlo.
La semana en que iban a entregarnos al gato estuvo llena de ansiedad. Pedro contaba los días, las horas y los minutos para la llegada de nuestro gato Maní. Estaba muy feliz, Emilio y yo también.
Lo íbamos a recoger un sábado pero el jueves en la noche me escribieron que mejor lo recogiéramos el viernes. Ese viernes Pedro se despertó y le conté que en la tarde iríamos por Maní. El estaba feliz y le contó a todo el salón que ese día adoptaría a su gato.
Esa tarde fuimos por el, nos acompañó mi mamá y mi tía. Fue todo un suceso familiar. En la familia le mandaron regalos a Maní y nos lo llevamos para la casa como a las 6 de la tarde.
La llegada de nuestro gato Maní fue hermosa. Cuando salió del guacal se veía muy chiquitico y exploraba toda la casa muy hermoso. Los cuatro eramos detrás de el como unos bobos mirando todo lo que hacía.
En la noche Maní se acostó a dormir con Pedro y durmió con el varias noches. También se pasaba para mi cama a raticos. Nunca lloró.
Para mí tener este gatico en la casa es increíble. Yo soy su mamá, soy la figura materna y lo cuido, lo abrazo y lo corrijo. Es un gato muy querido, tranquilo y obediente. Ya sabe que está bien y que no debe hacer.
Conectarse con una mascota es algo hermoso. Cuando lo miras y te conectas con su ser interior, es algo muy especial.
En la casa todos adoramos a Maní, a todos nos enamoró. Nos da duro cuando nos vamos un par de días y lo dejamos, nos gusta mucho estar con el y hasta nos peleamos por cargarlo o abrazarlo.
Realmente la llegada de nuestro gato Maní nos cambió la vida y ahora Maní es uno más de nuestra familia. Ha crecido muy rápido y le hemos dado mucho amor. Espero tenerlo muchos años y que sea una compañía siempre para nosotros.
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