Dentro las personas que han influido en mi vida, están las monjas de mi colegio. Esta es una historia de la vida real que puede tener un poco de imaginación. Son historias de mi vida y la imaginación es porque una niña pequeña puede interpretar las cosas de una o de otra manera. No hay verdades absolutas, todo depende de quien y cómo lo mire en el momento en que sucede. Esta es una visión de una realidad, no quiere decir que sea la única verdad. Respeto profundamente las diferentes filosofías de educación y no pretendo atacar ninguna. Este es solo mi testimonio. Aquí va la historia…
Tuve la fortuna o el infortunio, de estudiar en un colegio de monjas. Fortuna porque posiblemente de algo me sirvió, jaja. Infortunio porque es un tipo de educación con la cual no estoy de acuerdo y la odié.
Las monjas reprimieron mi vida. Me enseñaron la cosa más horrible de la existencia: Solo hay una manera de pensar y es la de ellas. Soy una persona que todo se lo cree. Hasta el año 2012 me creí que el mundo se iba a acabar. Lo juro y eso que ya estaba grande, adulta, con hijos. Lo que sea que me dicen me lo creo. Entonces, cada palabra de las monjas quedó como un tatuaje en mi cerebro. ¿Ustedes saben que los tatuajes no se pueden quitar?
Algunas cosas que decían las monjas de mi colegio:
- Sentarse en la manga (prado) es malo porque sientes sensaciones.
Traducción: No puedes sentir cosquillas en tus partes íntimas nunca porque es MALO. - Bañarse y tocarse las partes íntimas es malo.
Traducción: Es mejor ser cochina y no hay arrimadero a las partes íntimas. - Si no fuiste a misa el domingo pasado, estás en pecado MORTAL. Traducción: asi seas una buena persona, en la misa reparten los pasaportes de entrada al cielo.
- Hay que ir a misa todo el tiempo.
- Uno se puede embarazar en una piscina con el semen que flota y nada sobre el cloro.
- Nadie te puede tocar una teta y de ahí en adelante nada más. Todo eso es pecado. Todo es pecado.
Después de que las monjas me dijeron eso (por muchos años) y obviamente me lo creí, empieza mi rayón en la vida que incluye:
- La religión católica (la manera de entender a Dios o a la divinidad)
- El concepto de sexualidad (misterioso y pecaminoso)
- La imposición (no puedes pensar, ya todo está dicho)
En los últimos 20 años he tenido un proceso de desintoxicación y luego de consciencia. Desintoxicación porque quedé saturada de las monjas, de sus ideas, de sus conceptos. Consciencia porque empecé a pensar por mi misma.
Sí, empecé a pensar por mi misma después de los 30 años. Todo me llegó con la maternidad. Y en parte fue porque al querer enseñarles un mundo a mis hijos, me di cuenta que nunca había pensado de manera neutra o por lo menos de manera libre.
Para poder explicarles me he cuestionado todo lo que me han enseñado. El concepto de la vida, de Dios, de la familia, del amor, de la libertad. De la felicidad, de la unidad y el colectivo, de la fidelidad, del autoamor. Eso y mucho más.
No quiero enseñarles a mis hijos el mundo que las monjas me impusieron. Quiero darles mi punto de vista pero también enseñarles a desarrollar el suyo propio.
Seguramente cambiará a lo largo de su vida, pues no hay una verdad absoluta y siempre está infuenciada por las experiencias que vivimos cada uno de nosotros, de lo que aprendemos y concluimos después de cada una. Nada es estático, todo cambia.
Las monjas de mi colegio me traumatizaron y a mis amigas también. Es más, mucha gente que estudió ahí quedó con ese rayón. Aunque a veces me da rabia y siento a mi niña interior violentada por esa imposición de conceptos, entiendo que es la manera de educación que existía y trato de no juzgar.
Pienso que tenía que llegar este momento para yo abrir mi mente, tener más consciencia en una edad adulta y tomar mis propias decisiones respecto a lo que quiero creer. Todo es perfecto y si yo tenía que estar ahí, era porque mi proceso de vida asi lo requería.
De todos modos, les seguiré contando mis historias de las monjas.
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